Cayendo en la nostalgia, en el pasado, en lo que fue, en lo
que pudo ser pero no, en aquello que duró menos de lo que nos gustaría y en
aquellos momentos especiales que tuvimos.
Es imposible
esconder los problemas debajo de la alfombra, porque llega un momento en que te
das cuenta de que el suelo por donde pisas no está limpio. Nos lamentamos por
situaciones pasadas y pensamos en las horas que no aprovechamos, los momentos
que dejamos pasar, incluso nos llegamos a preguntar: ¿De qué sirve pasar toda
una vida entre batallas si habrá un final que se lo lleve todo?
Ya no sé qué
pensar, tan solo creo que debemos aprovechar el tiempo, ese es nuestro tesoro,
porque tu vida es el tiempo que te queda y no es eterno. Por ello es mejor no
buscar significados a las cosas que no entendemos ya que lo que importa está
contigo y debemos tenerlo en cuenta. No vale la pena derrochar los días en
busca de pistas, lo mejor es actuar y decidir sin mirar el reloj que te
recuerda el tiempo que te queda y el que has malgastado ya.
En la vida hay
que tratar de sentirse bien cada momento porque ser feliz eternamente no se
puede. Sentiremos dolor por culpa de la cruel realidad y de la nostalgia que
sentimos en el día a día, pensando que nada puede ir peor, pero creo que cuanto
más crezco y conozco menos entiendo. Ayer sabía menos que hoy, pero ayer estaba
contento, supongo que es tarde así que ya de nada me arrepiento.
A la gente no
le importa lo que digas, para la gente eres tan solo uno más, que nunca se te
olvide.
El gran error de refugiarse en el pasado y de dar vueltas
una y otra vez a aquello que hicimos y que pudimos hacer, pensando una y otra
vez en los errores que cometimos, tratando de solucionarlos como si de nosotros
dependiera y no hacemos más que recordar situaciones que ya han pasado y no
volveremos a tener acceso a ellas. Pasamos grandes momentos con grandes
personas y nos dedicamos a recordarlos y a pensarlos de otra manera, en otras
circunstancias y con otras cartas sobre la mesa. Y es que creo que al ser humano
lo único que le espanta es el miedo, el miedo a vivir el presente, el miedo a
afrontar nuevas situaciones, el miedo a que las cosas no salgan como esperamos
o simplemente el miedo a que alguien nos pueda cambiar nuestra forma de ver el
mundo.
Tenemos miedo
de que nuestra única ambición sea regresar al pasado.
Cada vez todo
se esfuma más rápido y nadie avisa, cada vez se hace más grande ese zapato que
nos pisa, ese que nos oprime, que nos condiciona, que nos obliga a seguir unos
determinados baremos impuestos por la sociedad y que si no los sigues perderás
todo cuanto tienes, debemos hacer todo según lo estipulado. Somos como ovejas
que se dirigen al redil y si una se pierde por el camino no podrá sobrevivir
por sí misma, la diferencia de la vida real es que en esta no hay ningún pastor
que se preocupe de que te hayas perdido o vuelva a por ti, en la vida si te
pierdes no esperes ser encontrado.
El presente
es algo que nos golpea de frente y que cuesta franquear porque contamos con la
incertidumbre de que es lo que sucederá, y por ello nos refugiamos en el pasado
y pensamos en lo que hubiera ocurrido si hubiéramos actuado de otra manera. El
pasado es algo fácil de controlar, pero sin embargo el presente es como un
juego de azar, un juego donde debemos tirar los dados y esperar que todo salga
como deseamos.
Es más fácil
pensar en que quisiste y no en que lo puedes querer ahora. Lo que pasa es que
para querer ahora debemos ser valientes, poner todas nuestras cartas en juego y
darlo todo a sabiendas de que tienes mucho que perder, pero es así, como un
juego en el que la incertidumbre es la mayor de las bazas. Tendemos a idealizar
relaciones, a recordar lo que pudo ser, a escarmentar, a aprender de los
errores y a vivir de nuestra propia experiencia.
Cuando la
realidad nos da de bruces tendemos a recurrir a este tipo de engaños hacia
nosotros mismos. Decidimos no afrontar la situación y queremos olvidar, aunque
es realmente complicado.
Es más fácil
haber querido que querer en un presente, ya que esto último significa mantener
las promesas hechas cuando se avecina tormenta. Querer tiene como significado
expresar aquello que sientes siempre con sinceridad, desde lo más profundo, sin
tapujos, y no solo eso, sino hacer que esas palabras tengan el mismo sentido en
los malos momentos. Debes estar dispuesto a luchar por alguien y a poner las
necesidades de la otra persona por encima de las tuyas. Es importante decir
adiós al egoísmo, tragarte el orgullo, aprender a ceder, a poner la otra
mejilla y no tirar la toalla cuando las cosas no funcionan como esperabas. Hay
que convertir sus alegrías en las tuyas y sus derrotas con aún mayor fuerza.
Todos
deberíamos tener un objetivo claro: aprender a amar en un presente y un futuro.
El amor no
tiene nada que ver con lo que tú esperas obtener sino con lo que esperas dar.